A los 20 años, Ariel Suárez era patovica y no sabía nadar. Pero un entrenador de remo lo vio y no paró hasta convencerlo. Después de unos años en singles, en 2010, se unió a Cristian Rosso, con quien buscarán un diploma olímpico en el doble par masculino.
El día empieza muy temprano. A las 8 ya tienen las zapatillas puestas para correr un rato y, después, subirse al bote. Hace un tiempo, a las 8 de la mañana, uno de ellos recién se iba a dormir, tras una noche de mucho trabajo como patovica. Ariel Suárez no sabía ni nadar cuando le llegó la propuesta de comenzar en el remo, cuando tenía 20 años. Pero lograron convencerlo y hoy está a punto de competir en los Juegos Olímpicos junto a su pareja en el doble par masculino, Cristian Rosso, un marplatense que por impulso de su padre comenzó a practicar el deporte tras los Panamericanos de Mar del Plata 1995.
Ahora bien, con pasados tan distintos, ¿cómo es que hoy son la pareja más fuerte que tiene el remo nacional? “Lo cierto es que si bien habíamos competido en un bote cuádruple en 2007, 2008, nosotros éramos rivales, porque los dos éramos singlistas y teníamos un nivel muy parejo. Hasta que en 2010 el entrenador nacional de ese tiempo vio algo que nosotros no veíamos. Buscó la forma de unirnos y nos unió. Pero la primera vez que salimos a remar la verdad que fue un desastre, yo iba adelante y él atrás. Entonces, en ese momento, dijimos ‘vamos a cambiar a ver qué pasa’. Probamos al revés y desde las primeras remadas se sintió bien el bote y ahí, con el correr del día, de los kilómetros, fuimos viendo que el bote tenía camino y así fuimos a la primera competencia en Suiza, en 2010, y logramos una final B, que para un bote nuevo es muy bueno. Y nos dimos cuenta de que podíamos hacer mucho más juntos que en el single”, relata Suárez, cuatro años mayor que Rosso.
Campeones panamericanos el año pasado en Guadalajara y con el gran privilegio de haber conseguido la clasificación a los Juegos Olímpicos un año antes, en el Mundial 2011, en su corta trayectoria como pareja Suárez y Rosso cuentan en su haber con la posibilidad haber entrenado (y aprendido) con la selección francesa de remo. “Fuimos solos, sin entrenador ni nada y pudimos ser unos franceses más ahí. La verdad que está muy bueno porque ir con un entrenador por ahí te limita mucho y lo que hicimos nosotros fue captar al 100 % lo que nos explicaron, y la verdad que nos cambió el punto de vista de ver el remo. Vemos al remo como a otro deporte de lo que veíamos antes. Después de eso fuimos a la segunda World Cup en Hamburgo y pudimos hacer medalla, un sueño años anteriores. Nos cambió un montón y desde entonces que seguimos el mismo plan de entrenamiento y la misma idea que la selección francesa y que nos enseñaron ellos, además de preguntando y buscando más información”, explica el hombre de San Fernando.
Haber conseguido la clasificación en el Mundial de remo senior en Bled, Eslovenia, les dio “tranquilidad”, según cuenta Rosso. “Después de eso nos enfocamos en el Panamericano, que era dos meses después. Y enseguida del Panamericano empezamos a trabajar con la cabeza puesta en los Juegos, tranquilos pero también muy motivados y con muchas ganas de mejorar y de hacer todo lo que estaba a nuestro alcance para llegar de la mejor manera a Londres. Y así fue. Pasamos los meses entrenando juntos, él vino para Mar del Plata y yo para Tigre, Después la gira a Europa y ya no queda nada estamos en la recta final”, dice, con entusiasmo, el marplatense.
Allí, en Londres, el objetivo es claro y hay chances de conseguirlo: clasificarse a la final, lo que implica meterse entre los mejores seis botes. “Creíamos desde hace unos meses que era un objetivo difícil, pero que entrenando podíamos llegar a lograr. No sabíamos cómo iba a resultar y queríamos ver en las Copas del Mundo cómo estábamos. Y en las Copas del Mundo, si bien el nivel está muy parejo y la mayoría de los países andan en una bien y en otra mal, nosotros pudimos ser bastante regulares y, hoy por hoy, nos damos cuenta de que el objetivo es posible y vamos a buscar entrar entre los 6. Si lo podemos hacer, después en la final podemos tener otro panorama para ver a qué podemos aspirar, pero seguimos teniendo los pies sobre la tierra y sabemos que tratar de estar entre los seis es nuestro objetivo”, plantea Rosso.
Con seis botes en los Juegos Olímpicos, se observa –sin dudas- un crecimiento en el remo nacional. Pero tanto Suárez como Rosso aclaran que hay muchas cosas por hacer todavía. “El cambio grande que vemos nosotros es por la ley del Enard. Eso hizo empujar mucho al remo, tanto en la planificación de los viajes como en las giras y la compra de botes. Y el gran salto fue en los Panamericanos, donde el remo hizo un excelente papel con 5 medallas de oro. Y si bien se hizo el Preolímpico en la pista de remo (en Tigre), y quedó muy linda, hay mucho para mejorar. La parte de arriba de la pista, donde está la gente, es hermosa pero en el agua queda mucho por mejorar, no es todo color de rosas. El bollado se perdió, de lo que fue el Preolímpico mucho no queda. Y si ves el agua sigue siendo la misma cosa de siempre. Así que por ese lado mucho no cambió. Se ve que se está trabajando pero falta mucho, hay que seguir”, cierra Suárez, el remero que cambió la noche por el sacrificado mundo del deportista amateur y junto a su compañero Rosso mantiene intacto el sueño de traer al país un diploma olímpico.